Las mentes que gobiernan el
Cosmos están reunidas.
La sesión es rutinaria, como
siempre ha sido a través de millones de años.
En el orden del día, solo
hay cuestiones menores: Corregir el rumbo de alguna galaxia, dar cuenta de las
supernovas que han hecho explosión o el descubrimiento de nuevos agujeros
negros. Nada que afecte a la mecánica celeste, cuasi perfecta en su extensa
vida.
En el apartado de ruegos y
preguntas, uno de los intervinientes muestra su interés en conocer qué ocurre
en el Sistema Solar, en el cual, su único planeta habitado, se muestra a través
de los siglos cada vez más convulso, y donde sus habitantes, aparte de hacer
una agresión constante a su propio hábitat, se matan entre ellos.
Toma la palabra para
responderle, el Presidente de la Vía Láctea.
El planeta al cual alude,
llamado La Tierra, y que sus pobladores se denominan así mismos como humanos,
siguen sin evolucionar, a pesar de haber tenido mucho tiempo para hacerlo, con
lo cual continúa en edad infantil. Porque infantilismo es, que cuando más
contentos y eufóricos se ponen, y aplauden a rabiar, es cuando un objeto
esférico es lanzado, golpeado o pateado por algunos de sus congéneres,
llevándoles a un estado de locura colectiva. Aparte de eso, se matan, se
torturan y se humillan unos a otros.
Y mientras unos se muestran
ahítos de comida, riqueza y lujo, otros muchos mueren de hambre, sed y
enfermedades.
Mientras unos dedican sus
cuerpos y mentes en construir, en elaborar, una minoría se aprovecha de la
riqueza creada, y se queda con la mayor parte de ella, con lo cual, por su
avaricia, condenan a amplias capas de los humanos a vivir en condiciones
infrahumanas.
Como máximo representante de
la Vía Láctea tomaré en los próximos tiempos una resolución que consistirá en
retrasar cuarenta mil años terrestres el reloj que controla al Sistema Solar,
volviéndoles a una época prehistórica.
A medida que vayamos viendo
su nueva evolución así actuaremos. Si notamos que los habitantes del planeta no
cambian y no consiguen que todos sus miembros sean iguales en sus
comportamientos, derechos y deberes, les enviaremos el virus OVATPC que solo
ataca a los humanos sin destruir ese bello planeta, y que los haría desaparecer
para toda la vida.
Si apreciásemos que sus
mentes desarrollan nuevas formas de pensamiento, que comprendieran que en esa
nueva Humanidad, el otro es también tu hermano, serían salvados.
Termino con una pregunta que
siempre ha rondado por mi cabeza: ¿Quién sería el personaje que denominó al
humano como Homo Sapiens?