viernes, 17 de abril de 2015

El primer amor.




Solo llevaba dos días viéndola. Se fijó en ella porque le pareció una muñeca, con su pelo rubio lleno de rizos, y los ojos de un diáfano azul celeste, pero también, porque al pasar junto a ella el primer día, percibió su perfume que le hacía recordar al de la limonada.
En esos dos días solo había hablado una vez con ella, pero fue suficiente  para que le encantase el tono de su voz que le sonó como campanilla en sus oídos.
El tercer día, se sintió mal, tenía fiebre, sentía los ojos enrojecidos y una tos persistente. El médico le diagnosticó una enfermedad infecciosa de nombre desconocida para él, y que le hizo estar recluido en su casa.
Mientras que tendido sobre el sofás veía la televisión, no podía olvidar aquellos rizos de oro ni el olor penetrante que exhalaban. Seguramente en ese mismo instante, ella estaría hablando con otro y ni siquiera le echaría en falta a él, mientras él, no podía apartarla de su pensamiento. Quizás en aquel momento, por su juventud, no comprendía que por tener fiebre no pudiese verla, pero es que con sarampión no se puede ir a la guardería.

viernes, 3 de abril de 2015

Bandoleros en jet.



Si se repasan la mayoría de las biografías de los bandoleros que surgieron en España entre los siglos XVIII al XX, se puede comprobar como casi todos ellos procedían de familias humildes campesinas y con seguridad analfabetas, cosa por otra parte natural, conocido el nivel cultural que existía en los pueblos en aquella época.
El más antiguo y precoz del cual tengo referencia, fue mi paisano Diego Corrientes, nacido en Utrera el 20-8-1757; y el último conocido, murió tiroteado por la Guardia Civil en 1934 y le decían de nombre Pasos Largos.
Las razones para “echarse al monte” pudieron ser diversas, pero en la mayoría de los casos, era consecuencia de la miseria en que se desenvolvían sus vidas, condicionadas por el caciquismo y principalmente por el latifundismo imperante en aquellos tiempos y aún vigente en muchos lugares, principalmente de Andalucía.
La mayoría de esos bandoleros, fueron muertos en enfrentamientos con Guardia Civil o Escopeteros; otros, delatados o traicionados por gente de su entorno terminaban en cárceles y algunos indultados incluso teniendo muertes a su cargo. Indulto que no recibió mi paisano Diego Corrientes a pesar de no haber matado a nadie en su vida, y que fue ahorcado en la Plaza de San Francisco de Sevilla, siendo desmembrado su cuerpo para exponerlo en cuatro caminos, y su cabeza en una jaula a la vista de todos.
Como digo, procedían de familias humildes, todo lo contrario al bandolerismo actual, que se fundamenta en gente con carreras universitarias, con ingresos importantes para disfrutar de una vida holgada. Pero claro, no se conforman con cenar en restaurantes de cinco tenedores, vivir en urbanizaciones de lujo, exhibir coches de alta gama o lucir ropas o joyas caras. Necesitan más.
Para ello no dudan de “echarse al monte” de las finanzas o la política, montados en los caballos del cohecho, apoyados en los estribos del poder, y cabalgando sentados en las sillas de ayuntamientos, diputaciones, gobiernos o consejos de administración para enriquecerse, mientras el pueblo llano sufre de las heridas producidas por las espuelas de sus decisiones o manejos.
La leyenda, cuenta que algunos bandoleros, robaban a los ricos para ayudar a los pobres. Puede que todo eso sea solo una leyenda, pero lo que no lo es, es que estos nuevos bandoleros hacen todo lo contrario: desvalijan al pueblo para repartirlo entre ellos y la camarilla de sus secuaces.
No digo que para ellos haya que instalar un patíbulo en la Plaza de San Francisco o en cualquier otro lugar, pero sí que se aplique la ley sin distinción de clases en función del que delinque, de nombres o raleas. Hablo de la LEY en mayúsculas; con todas las consecuencias y para todos.