“Entonces
sonaron las trompetas; la gente gritó y las murallas se derrumbaron”
No sé si en aquellos tiempos, con el
solo gritar de la gente, era suficiente para derribar murallas.
En la actualidad, cuando tantos
hombres y mujeres, niños y ancianos, gritan desesperadamente, no caen, sino que
son reforzadas para que nadie pueda derribarlas o superarlas.
Las murallas actuales están coronadas
de las llamadas concertinas, nombre que suena a música pero que sirven para
desgarrar la piel del que quiera sobrepasarlas. Fabricadas en mi Andalucía,
crisol de culturas, y que su elaboración, por lo menos a mí, me avergüenza.
Preferiría industrias de otro tipo para mi comunidad que erradicaran de una vez
el subdesarrollo industrial y de innovación que sufrimos.
La Europa del asilo: no acoge. La
Europa de la igualdad: discrimina. La Europa del bienestar: malea. La muralla
europea solo es permeable al dinero, que viaja sin impedimentos a través de las
redes telemáticas.
No dejemos solos a los que gritan
desesperados. Gritemos todos hasta enronquecer, para que todos los muros y
murallas, físicas y mentales desaparezcan.
Salud.