viernes, 18 de septiembre de 2015

JERICÓ.





“Entonces sonaron las trompetas; la gente gritó y las murallas se derrumbaron”
No sé si en aquellos tiempos, con el solo gritar de la gente, era suficiente para derribar murallas.
En la actualidad, cuando tantos hombres y mujeres, niños y ancianos, gritan desesperadamente, no caen, sino que son reforzadas para que nadie pueda derribarlas o superarlas.
Las murallas actuales están coronadas de las llamadas concertinas, nombre que suena a música pero que sirven para desgarrar la piel del que quiera sobrepasarlas. Fabricadas en mi Andalucía, crisol de culturas, y que su elaboración, por lo menos a mí, me avergüenza. Preferiría industrias de otro tipo para mi comunidad que erradicaran de una vez el subdesarrollo industrial y de innovación que sufrimos.
La Europa del asilo: no acoge. La Europa de la igualdad: discrimina. La Europa del bienestar: malea. La muralla europea solo es permeable al dinero, que viaja sin impedimentos a través de las redes telemáticas.
No dejemos solos a los que gritan desesperados. Gritemos todos hasta enronquecer, para que todos los muros y murallas, físicas y mentales desaparezcan.

Salud.